12 de febrero de 2012

Transitoriedad.


Un hombre que no estaba de acuerdo con las enseñanzas del Buda, al cruzarse un día con el Maestro, se plantó frente a él y le escupió el rostro. Luego, cada uno siguió su camino. Pero unos días después, el Buda volvió a cruzarse con el que así se había comportado.  Buda le miró sosegadamente y le sonrió con afecto. El hombre, muy extrañado, dijo: Pero ¿cómo es posible que estés tranquilo e incluso me sonrías amistosamente después de lo que pasó hace unos días? Es muy simple, amigo mío, dijo Buda sin inmutarse. Ni tú eres ya el mismo que me escupió ni yo el que lo recibió. Ve en paz.

Todo está en constante cambio, sometido a la ley de la transitoriedad, incluidos, por supuesto, los humores del ser humano. Del rencor sólo surge perjuicio propio y ajeno, como vengativismo y resentimiento destilan veneno.


De Cuentos de Oriente de Ramiro Calle.

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