Mientras más se acumula esa energía, más cerca de la salida se encuentra. Y eso engendra esa sensación desconocida que comienza a picar suavemente a las personas. Una sensación que va más allá de los sentidos, proviene de lo más interno del Ser. Se vuelve tan poderosa que envuelve a los pensamientos y girándolos como a un huracán, giran y giran sin respuestas. Pero eso es solo otro nivel del mismo síntoma, ahora la energía busca que te vuelvas conciente, porque está a punto de estallar y la única forma de canalizarla correctamente es utilizando nuestra mente, que es como un láser que proyecta la energía hacía un punto externo.
25 de febrero de 2012
Apunta bien.
Mientras más se acumula esa energía, más cerca de la salida se encuentra. Y eso engendra esa sensación desconocida que comienza a picar suavemente a las personas. Una sensación que va más allá de los sentidos, proviene de lo más interno del Ser. Se vuelve tan poderosa que envuelve a los pensamientos y girándolos como a un huracán, giran y giran sin respuestas. Pero eso es solo otro nivel del mismo síntoma, ahora la energía busca que te vuelvas conciente, porque está a punto de estallar y la única forma de canalizarla correctamente es utilizando nuestra mente, que es como un láser que proyecta la energía hacía un punto externo.
16 de febrero de 2012
El cuervo.
Un cuento del Bhagawat Purana:
Una vez volaba un cuervo por el cielo llevando en su pico un trozo de carne.
Otros veinte cuervos se pusieron a perseguirle y le atacaron sin piedad.
El cuervo tuvo que acabar por soltar su presa. Entonces, los que le perseguían le dejaron en paz y corrieron, graznando, en pos del trozo de carne.
Y se dijo el cuervo "¡Qué tranquilidad...! Ahora todo el cielo me pertenece"
Decía un monje Zen:
"Cuando se incendió mi casa pude disfrutar por las noches de una visión sin obstáculos de la luna".
Anthony De Mello "El canto del Pájaro".
12 de febrero de 2012
Transitoriedad.
Un hombre que no estaba de acuerdo con las enseñanzas del Buda, al cruzarse un día con el Maestro, se plantó frente a él y le escupió el rostro. Luego, cada uno siguió su camino. Pero unos días después, el Buda volvió a cruzarse con el que así se había comportado. Buda le miró sosegadamente y le sonrió con afecto. El hombre, muy extrañado, dijo: Pero ¿cómo es posible que estés tranquilo e incluso me sonrías amistosamente después de lo que pasó hace unos días? Es muy simple, amigo mío, dijo Buda sin inmutarse. Ni tú eres ya el mismo que me escupió ni yo el que lo recibió. Ve en paz.
Todo está en constante cambio, sometido a la ley de la transitoriedad, incluidos, por supuesto, los humores del ser humano. Del rencor sólo surge perjuicio propio y ajeno, como vengativismo y resentimiento destilan veneno.
De Cuentos de Oriente de Ramiro Calle.
8 de febrero de 2012
Envejecer es obligatorio, madurar opcional.
El primer día en la universidad nuestro profesor se presentó y nos pidió
que procuráramos llegar a conocer a alguien a quien no conociéramos
todavía. Me puse de pie y miré a mí alrededor, cuando una mano me tocó
suavemente el hombro. Me di la vuelta y me encontré con una viejita
arrugada cuya sonrisa le alumbraba todo su ser. ‘Hola, buen mozo. Me
llamo Rose. Tengo ochenta y siete años. ¿Te puedo dar un abrazo?
Me reí y le contesté con entusiasmo: ‘¡Claro que puede!’ Ella me dio un abrazo muy fuerte.
‘Por qué está usted en la universidad a una edad tan temprana, tan inocente?’, le pregunté. Riéndose contestó: ‘Estoy aquí para encontrar un marido rico, casarme, tener unos dos hijos, y luego jubilarme y viajar.’
‘Se lo digo en serio’, le dije. Quería saber qué le había motivado a ella a afrontar ese desafío a su edad.
6 de febrero de 2012
El hombre y la hormiga.
Se fue a pique un día un navío con todo y sus pasajeros, y un hombre,
testigo del naufragio, decía que no eran correctas las decisiones de
los dioses, puesto que, por castigar a un solo impío, habían condenado
también a muchos otros inocentes.
Mientras seguía su discurso, sentado en un sitio plagado de hormigas,
una de ellas lo mordió, y entonces, para vengarse, las aplastó a
todas.
Se le apareció al momento Hermes, y golpeándole con su caduceo, le dijo:
-Aceptarás ahora que nosotros juzgamos a los hombres del mismo modo que tu juzgas a las hormigas.
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