3 de diciembre de 2010

¿Quién se atreve a juzgar?

Ocurrió una vez que en un pueblo murió de vejez el juez. Como tardaba en llegar el sustituto y los casos se acumulaban, los ciudadanos decidieron nombrar en el puesto interino a un convecino suyo a quien todos respetaban por su sabiduría de la justicia.

Al día siguiente le llegó el momento de presidir un juicio. Empezó hablando el fiscal, que, de un modo brillante y elocuente, convenció a todos los presentes sobre la culpabilidad del reo. 
¡Tiene razón el fiscal! - exclamó el improvisado juez.

  • Señoría, aún debe oír al abogado - le recordó el secretario del juzgado.
  • Tomó entonces la palabra el abogado, que, en brillantísima exposición, también convenció a los presentes sobre la inocencia de su defendido.
  • También tiene razón el abogado - dijo el juez.
  • ¡Pero señoría! - volvió a intervenir el secretario - ¡No es posible que tengan razón los dos!
  • ¡El secretario tiene razón también! - Dicho lo cual, el juez dio por terminado el juicio.

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